El municipio de Binissalem se encuentra en el centro de la isla de Mallorca, en la comarca del Raiguer, allá donde nacen las montañas de la sierra de Tramuntana. Limita con los términos municipales de Lloseta, Alaró, Inca, Consell y Sencelles. Territorio poblado desde la prehistoria, tiene una superficie de unos 30 km2 y una población de más de 8.300 habitantes. Su altitud es de 139 metros por encima del nivel del mar y se encuentra a 22 km de la capital de la isla, Palma, que está junto al mar.
Después de la conquista catalana de Mallorca llevada a cabo por Jaime I entre 1229 y 1232, el reparto de los rafales y alquerías del actual núcleo de Binissalem se estipuló a partir de las donaciones hechas a notables que habían ayudado al rey. En el núcleo de Robines se edificó la primitiva iglesia y cementerio. En el 1300 Jaime II llevó a cabo la fundación de nuevas villas y se fijó el enclave para la nueva iglesia y cementerio en la alquería de Binissalem, aunque no fue trasladada hasta el 1369.
Durante los siglos XVII, XVIII y XIX se levantaron las mejores casas del pueblo, construidas con piedra “viva”, piedra calcárea extraída de canteras muy próximas, que forman uno de los conjuntos destacados de Mallorca, el cual fue declarado Conjunto Histórico-artístico el 1983. Este conjunto es el reflejo de una etapa de prosperidad económica provocada por la economía vitivinícola, que permitió la construcción de casales como: Can Julià, Can Marc, Can Beltran, Can Tous, Can Corneta, Can Tiró de ses Bolles, Can Ferrer, Ca n’Enric Sureda, Can Gelabert, Can Sabater, etc. Sin duda, el edificio que destaca sobre los otros es la iglesia parroquial de Santa María de Robines, templo barroco, cuyo campanario es el símbolo de la villa.
A finales del siglo XIX la crisis del cultivo de las viñas, provocada en parte por la filoxera, afectó también a la construcción con piedra “viva”. Posteriormente surgieron otras actividades económicas como la conservera o la de fabricación de zapatos, pero la piedra “viva” y el vino son, actualmente, los dos productos que nos caracterizan. Respecto a los vinos, debemos destacar que desde 1989 contamos con la Denominación de Origen Binissalem.
Los habitantes de Binissalem disfrutan mucho de los encuentros y celebraciones. El viernes por la mañana es el día del mercado en la plaza de la iglesia. El pasado mes de marzo se llevó a cabo la primera edición de la Feria de Binissalem. Desde el 2003, el último fin de semana de mayo, se celebra la “Fira de sa Pedra”, que pone en valor tanto la piedra “viva”, como el trabajo de los artesanos. El 25 de julio, se festeja el patrón, San Jaime. Desde el 2013 y a mediados de septiembre se celebra el Goletart, una muestra de arte y cultura en la calle Goleta que se va consolidando. Se puede hablar de otras manifestaciones, pero el pueblo ha querido que la fiesta por excelencia, la más querida, sea la “Festa des Vermar”, que se celebra durante la segunda quincena de septiembre, aunque el día principal es el último domingo de este mes, desde 1965. Es una fiesta recuperada de las celebraciones seculares en torno a la economía vitivinícola, que celebra la actividad de la vendimia, la elaboración del vino y todas las manifestaciones que se derivan de éstas. Unas de las más apreciadas son las gastronómicas. Los “fideus de vermar” acompañados de un buen vino son el máximo exponente. Cuando hace más frío, se puede disfrutar de un plato muy tradicional y popular, como es el “arròs amb salseta”.
Una treintena de asociaciones culturales, deportivas, musicales, educativas, medioambientales, de la segunda y la tercera edad y de otros, son testigo del carácter participativo y comprometido de la gente del pueblo. De estas, podemos destacar la Escuela de Música de Binissalem, la Banda de Música, la Coral 3×4 y la Coral Cantilena, que son un reflejo de la continuada tradición musical del municipio.